Poesía, protesta y resistencia

Rosario Anzola

Desde el día que vi a los muchachos con sus escudos, en las protestas de estos dolorosos meses de abril y mayo, me acompaña por los cuatro costados una frase de la canción  venezolana Fúlgida luna, pues “no se me quitan del pensamiento ni se me apartan del corazón”. Espero poder dormir mejor y descansar de la luna fúlgida, ahora que los he podido abrazar en la poesía.

Barquisimeto, el 12 de mayo de 2017

Escuderos
Ahí están los escuderos
templarios del veintiuno
con sus escudos de cartón
con sus escudos de madera
con sus escudos de latón
ahí están.

Con sus tapas de pipotes como escudos
con sus pedazos de puertas como escudos
con sus restos de ventanas como escudos
ahí están.

Con sus símbolos del día como escudo
en cruces y pinturas
ahí están.

Con sus símbolos de la medianoche como escudo
en trazos y dibujos
ahí están.

Con su rebeldía adolescente como escudo
con su coraje veinteañero como escudo
ahí están.

Con sus consignas airadas como escudo
con su sagrada irreverencia como escudo
ahí están.

Están ahí los escuderos que rescatan la palabra «patria»
con sus bluyines y franelas sudadas
con sus dorsos desnudos
con el trofeo de sus cicatrices
están ahí.

Con las huellas de los perdigones
con su piel chamuscada
con lágrimas blancas en sus rostros
están ahí.

Con sus caretas de carnavales a destiempo
con sus máscaras de plástico y cordeles
con bandanas y trapos de beduinos
están ahí.

Con dislocados guantes de jardín
con sus enormes lentes de buceo
con sus gorras puestas al revés
están ahí.

Con sus cascos endebles
con banderas convertidas en capas
con capas convertidas en banderas
están ahí.

Los escuderos llevan un morral de ilusiones
allí dentro se agolpan:
La botellita de agua y las galletas
bicarbonato y soda
un cuaderno de apuntes
un bolígrafo negro
el celular con mensajes candentes
un pendrive con sus fotos
unos cuantos billetes
y la cédula, porsia…
Palpitan al unísono:
la bendición materna
la oración de la abuela
los besos de la novia
el ideal de país
y los abrazos de los que se fueron.

Los escuderos avanzan
recogen semillas en todos los rincones
y siembran primaveras
por donde van pasando.

Los escuderos avanzan
comparten la energía del escudo vecino
y el miedo de los que están al frente.

Los escuderos avanzan
los sacude el grito de los que van cayendo
y el llanto de impotencia de los que están detrás.

Los escuderos avanzan
escupen los aullidos de la rabia
y exorcizan el humo de las bombas
para encontrar las huellas de la compasión.

Los escuderos avanzan.
Los músicos aúpan el coraje
marcan el ritmo de inmortales armas:
un violín se hace himno en el silencio
un cuatro entona un golpe a la conciencia
una trompeta vuelve sol las tinieblas
y un cello ofrenda un aria al sufrimiento.

Los escuderos tienen sus paladines
van en la retaguardia:
son niños
son hijos de la calle
descalzos, harapientos
solitarios, famélicos
tristes y somnolientos.

Los escuderos son caballeros de su libertad
tienen su misma sed
la de justicia
tienen su misma hambre
la del futuro.

Algo les dice que el corazón sí existe.
Los escuderos se escudan de pasiones perversas
su espada es protesta y resistencia
y sus escudos quieren lucir la paz de las estrellas.
Los escuderos desafían a la muerte posible
mientras recuerdan los rezos de su infancia
y convocan una vida posible.

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