Protestar ¿para qué?

Por María Teresa Urreiztieta V.

Cuando comienza un ciclo de protestas irrumpiendo con fuerza en el espacio público como el que se inició el 1 de abril del 2017, lo primero que nos preguntamos fue, qué nuevos significados y sentidos estaba expresando este acontecimiento colectivo como parte de la contienda política que se viene desarrollando en Venezuela. Apenas se sucedieron las primeras protestas, comenzamos a registrar desde sus aspectos más característicos hasta intentar una comprensión contextual compleja de lo que estaba sucediendo. Pronto nos dimos cuenta que estábamos ante un fenómeno que iba creciendo y expandiéndose en varias ciudades del país, por lo que comenzamos a afinar la mirada para concentrarnos en su significación sociopolítica y sus proyectos de sentido. De manera particular en sus proyectos de resistencia ante los tensos y amenazantes contextos autoritarios, así como en los procesos de democratización y construcción de ciudadanía que impulsaron, considerando sus logros, su incidencia, su continuidad, potencial y alcance.

Presentamos a continuación algunos apuntes, reflexiones críticas y apuestas comprensivas referidas a esta significación, los cuales pretenden contribuir con los debates, estudio y comprensión del ciclo de protestas 2107.

• Contexto propiciatorio y malestar: En medio de una profunda crisis social, económica y política, las sentencias 155 y 156 del TSJ del 28 de marzo 2017 fungieron como detonante que profundizó el malestar ante las pretensiones de disolver la Asamblea Nacional despojándola de sus funciones e inmunidad parlamentaria, dotando al Presidente de la República de poderes excepcionales –y al propio tribunal-, por encima de la Constitución y las leyes. Esto se interpretó como una nueva y peligrosa arremetida del proyecto autoritario. El “sentido de injusticia’’ -como parte de los marcos interpretativos que guiaron la acción colectiva-, de irrespeto a la voluntad popular al suspender el orden constitucional, de agravios a la vida democrática del país, constituyó uno de los aspectos más relevantes que comenzó a dotar de significados y sentidos a la rebelión ciudadana que venía gestándose.

• Contexto autoritario, violencias y represión. ¿Fracasaron las protestas?: La feroz represión del Estado venezolano, en su intento de controlar y detener las protestas, actuando conjuntamente con fuerzas paramilitares aliadas, configuró y condicionó en gran parte el surgimiento, auge y finalización del ciclo de protestas. Ello también incidió en el uso de la violencia contra las fuerzas represivas por parte de grupos minoritarios de manifestantes, quienes alentados por un interesado y encendido discurso épico-heroico atizaron la confrontación y la escalada de violencia, logrando opacar a menudo el carácter masivo, plural, cívico y pacífico de las protestas ciudadanas.

Un gran pesar en la subjetividad colectiva produjeron los 133 fallecidos y sus familiares (de los cuales 101 personas fueron asesinadas directamente durante las manifestaciones según datos del  Foro Penal Venezolano); los más de 5.000 arrestados arbitrariamente, los más de 4.000 heridos y los 700 civiles presentados para juicio en tribunales militares durante el año 2017; los centenares de presos políticos y sus sufridas familias… A finales del año 2017 predominaron los análisis que calificaron a las protestas ciudadanas como un gran fracaso debido a estos trágicos hechos y porque no lograron un cambio político. Esta mirada reducida a las violencias desatadas y sus “resultados” tergiversa los fines y la naturaleza de las mismas, atribuyéndole en muchos casos objetivos político-partidistas que no le son propios como parte y expresión del poder social en construcción, lo que ha desestimado injusta o/e interesadamente los relevantes logros, alcances y trascendencia de las protestas ciudadanas.

• Las protestas, como cajas de resonancia del malestar, surgieron en primera instancia para interpelar, denunciar, demandar al Estado venezolano y al gobierno nacional, respeto a la Constitución, respeto a los derechos civiles y políticos; restitución del orden democrático y del Estado de derecho en Venezuela. Sus objetivos fundamentales fueron entonces, en un primer momento, expresar el desacuerdo, el descontento, la indignación con las decisiones tomadas por el TSJ violatorias del orden constitucional; por el bloqueo a los derechos políticos –al suspender el referéndum revocatorio y aplazar las elecciones regionales en el año 2017-, por el clima de persecución y opresión. En la medida que fueron desarrollándose, los objetivos de las protestas se fueron enfocando en convocar a los venezolanos a movilizarse y concretar iniciativas de consulta de la voluntad popular intentando abrir una ruta pacífica y democrática al cambio político. Podemos decir que todos estos objetivos fueron alcanzados con creces, cuyos logros más sobresalientes fueron visibilizar los ejes de sentido del conflicto e interpelar las responsabilidades de los gobernantes, de todos los venezolanos en el rescate de la vida democrática del país.

• Tensión democratización – desdemocratización: La realización de manifestaciones multitudinarias, casi interdiarias, tomando el espacio público con fuerza y determinación durante 4 meses (122 días), logró alterar las rutinas de la vida cotidiana del país durante ese periodo y llamar la atención de la comunidad internacional, con gran incidencia política acerca de los porqués del reclamo ciudadano y de la profunda crisis sociopolítica. Podemos decir entonces que la sociedad civil contestó a las dinámicas de desdemocratización y al estado de excepción impuesto por el gobierno con su propia manera de crear una situación excepcional de rebelión ciudadana con fines democratizadores como parte de la contienda política.

Manifestante enfrentándose a la PNB, Rayner Peña, Caracas, 2017

Tensión resistencia violenta – resistencia no violenta activa: De esta situación de confrontación surgió esta tensión, por una parte, entre las organizaciones e iniciativas ciudadanas, y por la otra, entre los actores sociales y los dirigentes políticos, lo cual generó un significativo debate acerca de la ética de la violencia y los riesgos que representa, en contraste con los de la resistencia no violenta activa y sus posibilidades.

• Tensión entre la agenda política y la agenda ciudadana: La agenda política que se impuso desde el principio fue cuestionada por varias organizaciones e iniciativas ciudadanas que participaban en las protestas por el predominio de su lógica polarizante y confrontativa, lo cual incidió en las discusiones públicas acerca del liderazgo y conducción política de las mismas. Esta tensión reveló la incapacidad de articular ambas agendas, debido en parte al rechazo y descalificación de los partidos políticos de las posibilidades y fortalezas del poder ciudadano, y por otra parte, debido a la fragmentación de las fuerzas sociales; la débil organización e incipiente articulación de las iniciativas ciudadanas y sus liderazgo difusos.

• Potencial simbólico, valores humanos y democráticos: Las protestas fueron significadas como un “muro de contención” al autoritarismo llevadas a cabo por  “una sociedad en marcha y transición”, de carácter predominantemente cívico y pacífico. Podemos describirlas como manifestaciones ciudadanas que revelaron la fuerza de la razón moral y cívica con un gran sentido de dignidad, convicción democrática; entereza, determinación, compromiso, responsabilidad, arrojo y coraje de los ciudadanos que participaron en ellas.

• La emergencia de diversas organizaciones e iniciativas ciudadanas inéditas constituyó un extraordinario fruto del ciclo de protestas. Estas aportaron nuevos contenidos con un enfoque crítico y político, enriqueciendo y diversificando el repertorio de la acción colectiva, sus marcos interpretativos, fortaleciendo así el ejercicio del poder social y su incidencia política. Cabría destacar entre ellas al movimiento ciudadano DALE LETRA, a LAS PILONERAS, al LABORATORIO CIUDADANO DE NO VIOLENCIA ACTIVA; a VENEZUELA SE LEVANTA, al BUSTV y a BILLETE ALZAO, iniciativas que parten de la resistencia no violenta activa como marco filosófico y político fundamental de la acción colectiva colaborativa que practican con objetivos democratizadores y la mirada puesta en el postconflicto, modelando un accionar mediador, pacificador, plural, incluyente, solidario, problematizador e interpelante de las responsabilidades de los actores políticos y sociales. Durante todo el año 2017 continuaron muy activos, teniendo una importante presencia y significación en el espacio público, apostándole al diálogo social, a la organización y participación social, a la articulación en red con el objetivo de fortalecer el tejido social y la convivencia democrática.

• La consulta popular del 16 de julio 2017 se convirtió en un acto de resistencia colectiva no violenta a nivel nacional sin precedentes, gracias a una alianza entre organizaciones sociales, ciudadanos de a pie y los partidos políticos de oposición, la cual logró que alrededor de 7,6 millones de venezolanos se movilizaran para expresarse, después de tres meses y medio de protestas. Este acto de contestación constituyó un hito dentro del ciclo de protestas, demostrando la voluntad y vocación cívica de los ciudadanos que participaron y su opción por una resolución pacífica y democrática de los conflictos.

Hacia un nuevo ciclo de protestas ciudadanas.

Protestar es un ejercicio e instrumento de expresión y participación política imprescindible cuando el gobierno y/o el Estado no son sensibles al reclamo ciudadano impidiendo las posibilidades de una vida plena; cuando ya no garantizan la protección de los derechos humanos y la vida democrática como en el caso venezolano.

Las protestas, al ser concebidas como un dispositivo de procesos democratizadores, se convierten en un laboratorio de cultura y praxis ciudadana muy provechoso para las dinámicas de transición y cambio político. El ciclo de protestas 2017 ha sido una valiosa experiencia de crecimiento y aprendizaje social, el germen de un movimiento ciudadano en construcción que debe seguir pensándose, fortaleciéndose y articulándose con todas las fuerzas sociales y políticas democráticas para resistir y detener al proyecto autoritario que amenaza a Venezuela. Para impedir que se siga imponiendo, sobre todo, la razón militar por encima de la razón civil. Para que no calle jamás la voz de los venezolanos que queremos paz, justicia y democracia.

María Teresa Urreiztieta
Doctora en Psicología Social por la Universidad de Barcelona, España, 2006. Maestría en
Psicología Social. Universidad Simón Bolívar, Caracas, 1995. Licenciada en Psicología, UCAB,
1983. Profesora – investigadora del Departamento de Ciencias del Comportamiento de la
Universidad Simón Bolívar, Caracas, Venezuela desde el año 1996. Es parte del Laboratorio
Ciudadano de protesta no violenta.

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